QUIÉNES
SOMOS
No hace falta ser un lince para deducir que somos unos primos. Compartimos educación y una forma discreta de ver la vida.
Pablo Richi.
Según Marcos
¿Qué haces, qué haces? Exclamó Pablo.
Pablo era de los primos mayores y como tal, en las pocas ocasiones que mis padres podían escaparse una noche a cenar con sus amigos, venía él a cuidarnos.
Como vivíamos lejos, alguna vez se quedaba a dormir porque le iba a costar más el taxi de vuelta a su casa que lo poco que podían pagarles mis padres.
Yo, con mis 8 años miraba siempre admirado a mi primo mayor, un joven imberbe de 18 años que nos contaba historias de los mayores del colegio que compartíamos.
Mientras me preparaba mi Cola-cao con galletas a mi manera, Pablo empezó a dar esos gritos.
¿Qué haces? ¡¡Así no se prepara un buen Cola-cao!!
A ver, echa el Cola-cao, un par de cucharadas, no te pases.
Ahora, echa un poco de leche que cubra totalmente el polvo y lo empiezas a mover despacito para que no se quede pegado al fondo de la taza (años después descubrí que me encanta dejar un poco pegado a la taza y rebañarlo cuando ya no queda leche).
Una vez despegado, sigues echando el resto de leche hasta rellenar el vaso, sin dejar de remover!!!, eso es importante!!
Así, te quedan los grumitos del Cola-cao arriba, que mezclado con la galleta mojada (habría que hacer un curso “Tiempos de la galleta” que enseñe cómo mojar una galleta para que no se quede seca pero evitar que la mitad de la galleta quiera volver de un gran salto a la taza cuando está llegando a tu boca provocando un splash de leche, Cola-cao y mermelada que aterriza directamente en tu camisa recién puesta) se convierten en un auténtico manjar.
Con los años he ido mejorando esa técnica, pero fue Pablo quien me la enseñó y eso no se olvida.
Un tiempo después me enteré de que mi primo Pablo había estudiado filología árabe y eso no hizo más que acrecentar mi admiración hacia él. ¿Qué puede haber más difícil que filología árabe? Pensaba yo.
Años más tarde, mi hermano comenzó su carrera profesional como diseñador gráfico en la agencia de mi primo Pablo. Yo me moría de envidia porque estaba convencido de que trabajar con Pablo tenía que ser una gozada y lo que me contaba mi hermano ratificaba mis pensamientos. Las cosas les iban bien.
Estudié una carrera. Hice la mili. Estudié otra. Me fui un año a vivir al extranjero, hice un máster, abrí restaurantes, los cerré, cree una agencia de marketing, la dejé y en ese momento hablé con Pablo y le dije que quería trabajar con él. Esa fue mi entrevista de trabajo. Fue en 2007.
Pablo es tranquilo, calmado, tanto que a veces me cuesta oír lo que dice. No digo escuchar, que procuro hacerlo siempre, digo oír, porque él siempre habla bajito, PERO CLARO.
No sé si es por la carrera que estudió, por la cantidad de libros que lee o por una curiosidad innata, conoce las palabras y sabe usarlas. En el orden correcto, de la manera adecuada y con el tono que necesita cada momento.
Nunca pierde esa calma y años y años de experiencia le dan, al menos para mí, una autoridad que he podido ver en poca gente. Muy poca. No sólo a la hora de elegir las palabras adecuadas, sino también a la hora de afrontar situaciones difíciles cuando su mente es capaz de ver soluciones que otros no podíamos vislumbrar.
Quizás su estilo sea más académico, más formal. Elije siempre las palabras exactas, las que mejor dibujan lo que quiere contar o lo que quiere destacar. Puede parecer aburrido, pero también le gusta jugar con las palabras y retorcerlas para darle un toque sutil de humor que suele marcar la diferencia.
Si tuviera que definir su estilo, tanto escribiendo como diseñando, con una frase, sería el “Menos es más” que tanto pega con su propia personalidad. Discreto, a veces puede resultar callado, pero en realidad es que está con las orejas bien abiertas, preciso, directo, claro, ordenado y elegante.
El contrapunto perfecto para el aspersor de palabras, ideas e imágenes que tengo por cabeza.
Marcos Richi.
Según Pablo
A lo largo del 2022 Marcos nos regaló un viaje al pasado [fifty50.es] en el que, cada miércoles y asociado a una canción, rememoraba hechos, acontecimientos y anécdotas de su trayectoria vital. Era una original manera de celebrar sus primeros cincuenta pues su cumpleaños fue el último miércoles de diciembre (el 28, ya puedes felicitarle cada año).
Y así, cincuenta semanas y cincuenta canciones después, completamos una extraordinaria visión de sus peripecias, de sus pasiones, de sus meteduras de pata, de sus ilusiones, de sus locuras… en fin, de su vida.
Hay que ser muy valiente y generoso para exponerse así, para despojarse de miedos y pudores y ofrecerse tal como uno es o se siente. Y Marcos tiene esa capacidad y esa voluntad.
¿Has oído hablar de la Backyard Ultra? Consiste en dar vueltas a un circuito de casi 7 kilómetros en un tiempo máximo de 60 minutos; cuando acaba esa hora todo vuelve a empezar y así una vuelta tras otra, tras otra, tras otra y tras otra… corriendo, tal como dice su eslogan, con un único pensamiento en la cabeza: ‘solo una vuelta más’.
Marcos también se dedica a eso: desde el diseño a la organización pasando por la web [vueltasalacabeza.es] con esa misma capacidad y voluntad.
Pues hay que tener una enorme voluntad para correr, correr, entrenar, correr, competir, correr, entrenar, correr… por mucho que a uno le guste y lo disfrute. Y, además, en numerosas ocasiones carreras de montaña y largas distancias (maratones incluidas).
Plantearse retos a largo plazo, establecer un plan de entrenamiento para conseguirlos, no perder el foco por lejano que parezca, entender que los resultados llegan si se hace un buen trabajo de preparación y se persevera… se puede aplicar de igual manera a la rutina del corredor y a la del comunicador. Y sobre estas premisas se desempeña Marcos. Es cierto que, a veces, se pisa mal o hay un resbalón pero, incluso si se llega a caer, uno se levanta, se sacude el polvo y vuelve a la carga.
Una de mis películas favoritas es Cuatro bodas y un funeral. No es difícil que algún canal la programe y, si la encuentro zapeando, vuelvo a verla. Siempre. Y lo hago porque tiene los dos ingredientes más importantes que, para mí, tiene la vida: amor y humor. Sé que para Marcos ambos son igual de importantes. Y sé que es capaz de alimentar con ellos las propuestas que hacemos a nuestros clientes.
Cuando comenzó con su blog semanal Marcos no tenía ni idea de cuántos lectores/seguidores reuniría y, aunque somos de familias numerosas, nunca pudo imaginar llegar a 2.300 personas. ¿Cómo conseguir que la vida de uno le interese a tanta gente? Marcos lo sabe: autenticidad, emoción y humor.
Autenticidad o veracidad, esa verdad que nos hará libres, como leíamos cada día en las escaleras del colegio en el que, con unos cuantos años de diferencia, ambos estudiamos (¿estudiamos?).
Emoción o pasión en lo que uno hace y en cómo lo hace.
Y humor para provocar una sonrisa sincera.
Sobre estas tres patas podemos apoyar cualquier comunicación y estar tranquilos respecto a sus resultados.
Y, si no llegan, siempre podemos perseguirlos corriendo.